Sé que existe un choque generacional, y también sé que está a la orden del día el engaño, lo efímero, y que todo está sexualizado.
Que vivimos en una era de belleza tan infinita como falsa, que la oferta es casi mayor que la demanda y que la autoestima debe estar por las nubes, o entonces no vales nada.
También es sabido por todos que romper el vínculo es más fácil que hacer remiendos, que a rey muerto, rey puesto y que muerto el perro, se acabó la rabia. Y te van a decir una y otra vez que si te supone un esfuerzo, un sacrificio o poner en tela de juicio tus propias acciones, lo elimines de tu vida.
Como si el verdadero crecimiento no estuviera ahí, en reinventarse, en corregir lo que hacemos, en esforzarse por algo y por alguien.
Pero es que nos están inyectando tanta falsa autoestima, que nos creemos intocables, invencibles, inhumanos.
Y yo realmente creo en otro tipo de autoestima, le doy valor al amor propio cuando es juicioso con uno mismo, pero empático y misericordioso al mismo tiempo.
Cuando me hace ver que somos seres únicos, irrepetibles y casi milagrosos. Pero no perfectos.
Por eso creo que amarse es aceptar el fallo propio, no disfrazarnos de seres que nunca se equivocan y van por la vida señalando al de al lado como el causante de todos nuestros males.
Creo que mirarse en el espejo y ver desperfecto es la casilla de salida para la posible mejora. Y si te gusta todo de ti, no sé, posiblemente es que te falta humildad.
Creo que las cosas importantes de la vida cuestan, y cuestan mucho. Dinero, tiempo, esfuerzo, sacrificio, paciencia, desesperación. Y mucha fuerza de voluntad. Pero no te asustes, es más, debería asustarte todo aquello que no te cueste nada, porque generalmente lo que no cuesta, tampoco vale.
Creo en la gente que acepta ser parte de la excepción, rebelándose contra las reglas. Y no me mal interpretéis, no hablo de rebeldes sin causas. Me refiero más bien a seguir haciendo lo correcto, aunque ya nadie lo haga. A que se siga poniendo la bondad como la base del juego, que la mentira no prevalezca, porque la verdad siempre es ruda y cruda, pero es fiel a sí misma.
Creo en aquellos que no ponen sus sentimientos a la moda, que no se compran un libro solo porque se lleva, y que no dicen te quiero como si fuera un saludo.
Creo en el sentido de la lealtad, en la poca flexibilidad ante la falta de respeto y creo en el perdón como acto de amor. Creo en la firmeza en un mundo donde todo se tambalea.
Creo en el amor verdadero y eterno, ese que cruza ríos y montañas para compartir una vida. Creo en el amor como un lugar donde no cabe ni el miedo ni la traición. Y creo que el amor real es atemporal, un fondo de armario, un acierto seguro, una salvación.
Creo en mi.
Pero de todas mis creencias, la que más me gusta, es aquella que me recuerda que creo en muchas cosas, pero no tengo certeza de ninguna.
Porque si algún día me preguntas que por qué creo en todo esto, solo te podré dar una respuesta.
Creo en las cosas que, con antelación, he puesto en duda. Porque desde ese lugar de desconcierto y misterio me he atrevido a indagar, a ahondar profundo y rascar verdad. Y porque desde la duda, no he permitido que nadie me diga nunca en lo que debe o no creer mi corazón.
Raquel Ruiz Romero.
Periodista.