Cuando eres un niño quieres crecer a toda velocidad, convertirte en ese adulto que crees que tiene libertad.
En ese momento aún no lo sabes, pero vivir con cierta ingenuidad te permite embalsamar los peajes dolorosos que la vida trae después. Despedidas, pérdidas y traiciones convertidas más tarde en la sabiduría que nos ayuda a seguir.
Con los años, y siendo ya un pleno adolescente, crees saber los secretos para triunfar. Tus verdades absolutas parecen sólidas e inamovibles y tus “leyes” deben generalizarse porque piensas que eres el rey. Esta es la manera más humana y errónea de intentar ocultar la inseguridad propia de esta edad.
Más tarde compruebas que la velocidad que tanto deseabas siendo un niño, llama a tu puerta y los años empiezan a pasar por ti como si fueran días. De repente te descubres hablando sobre algo que parece que fue ayer, hasta que alguien te recuerda que estás equivocado; que han pasado meses o incluso años. Tú también lo sabes, pero, en el fondo, te aferras a la fantástica idea de creer que el tiempo se detiene.
Ser conscientes del paso del tiempo es entender y, además, aceptar que se acaba el camino, que cada día estamos más cerca del final.
Sin embargo, hay algo mágico además de nostálgico en ese recorrido. Sabes que el tiempo te va a ganar, pero también sabes que es este mismo el que te ofrecerá empezar cada día de nuevo. La vida comienza cada vez que te levantas, aunque a veces pensemos que no.
Es el tiempo el mejor aliado para experimentar, amar, sufrir y aprender. Es el tiempo (bien aprovechado) el que cierra las peores heridas y vuelve a iluminar aquel lugar donde un día oscureció.
Por eso cumplir años es tan ilógico, porque el paso del tiempo te enseña a vivir mientras te va quitando la vida.
La única vía que yo he encontrado para exprimir la vida es hacer lo que toca, cuando toca. Y sentirlo.
No hay que tirarse en paracaídas necesariamente, ni recorrer el mundo, ni tan siquiera formar una familia. Basta con que saques provecho de todo lo que hagas. Duerme profundamente cuando sea el momento, pero también trabaja como el que más cuando corresponda. No busques, pero tampoco te escondas del dolor, cuando venga, algo traerá. De ti depende lo que te quieras quedar. Y esfuérzate, si fuera necesario, para pasarlo bien de verdad.
Como me dijo un sabio al que debo muchas lecciones: “Hasta para pasarlo bien hay que tener arte”
Y sobre todas las cosas, ama. Ama mucho. Ama todo. Ama el mar, el viento, el sol y la lluvia. Ama la bondad, la buena voluntad y ama el error. Ama el arte y la cultura. Ama a quienes te aman. Y apiádate de todo el que no te dio amor porque te regaló, aunque no fuera su intención, instrucciones para ser mejor.
El tiempo no va a frenar. De hecho, cada vez irá más rápido porque cada año nos ocupamos más. Pero no te preocupes, ni te asustes, tú solo pon el corazón en cada momento, y ya verás como cuando mires hacia atrás sentirás que el trabajo está bien hecho.
De esta manera, y desde la verdad, habrás conseguido congelar momentos que serán eternos por más que pase el tiempo.
Desde la verdad uno vive. Desde cualquier otro sitio, uno solo pasea por la vida.
Qué pena no darte cuenta de lo que es la vida con tiempo para el testificar. Y cuando te das cuenta que has desperdiciado tu vida .solo te QUEDA 0 UNA GRAN AMARGURA Y UN GRAN V VACÍO.
Pepi.