Cuando me dispuse a escribir esta columna me encontré con el regalo de la evocación de tantos y tantos recuerdos de mi ingreso en la facultad de economía, del que pronto hará cincuenta años. Esos recuerdos se despertaron al ir formando las piezas del diagnóstico de lo que a mi juicio es la realidad económica de Andalucía y me vinieron rápidamente las enseñanzas recibidas, hojeando entonces el primer manual que tuve que estudiar y que coloqué de cabecera en mi mesa de estudio. Aún lo tengo.
Era “el Samuelson”, que así se conocía en el argot estudiantil de mi época (“Curso de Economía Moderna” de Paul A. Samuelson), autor de la escuela neokeynesiana y quien fuera laureado con el Nobel unos años antes (1970), además de asesor del presidente estadounidense JFK y uno de los padres de la economía moderna, entendida como tal.
Dijo Samuelson que “la economía es una ciencia social, por lo que debe tener en cuenta el comportamiento humano y las complejidades de la sociedad”. Decía -en suma- que el análisis económico no debe quedar reducido al estudio de los números y los mercados, pues debe observarse desde múltiples ángulos la influencia de las decisiones que tomamos en relación con la creación de riqueza y en la asignación de recursos, para poder proponer políticas públicas que atiendan mejor las necesidades de la ciudadanía.
Él definió la economía como la manera en que las sociedades utilizan sus escasos recursos para producir bienes y servicios con las que poder satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. El análisis económico de dicha utilización y de sus resultados se basa en datos, en indicadores, que unas veces escudriñamos en términos absolutos (los que son) y otras veces en términos relativos (por comparación, en proporción a algo o a alguien).
En este mes de febrero celebraremos un nuevo aniversario de nuestro querido día de Andalucía y la experiencia nos ha enseñado que ya desde semanas antes asistiremos a una catarata de grandilocuencias y exultantes titulares sobre las excelencias de la gestión de la marca Juanma. Autoproclamarán el momento dulce y de estabilidad en lo económico y lo social en que vive nuestra tierra, en comparación con otras. Ya les adelanto que, manejando datos e indicadores -hasta donde razonablemente permite la extensión de esta columna- esas eventuales afirmaciones no se sostienen. Y vamos a verlo.
La magnitud por excelencia en la economía es el crecimiento del PIB, que nos mide el valor de los bienes y servicios que producimos en un año y que generalmente utilizamos para expresar la riqueza/país o comunidad autónoma. Pues bien, comparando las tasas de crecimiento del PIB año a año (2019 a 2022) entre Andalucía y España observamos que nuestra comunidad va por detrás, con la consecuencia de que, en 2022 y por tercer año consecutivo, somos la última de las comunidades autónomas en PIB per cápita. Este indicador en Andalucía se situó en 2022 en 21.091 euros y el nacional en 28.280.
Seguimos. Ya hemos comentado que el destino final de lo producido es atender las necesidades de la ciudadanía y de esa manera, entre muchas otras, contribuir a redistribuir las rentas que se generan. Aquí es oportuno que nos refiramos a la desigualdad existente en nuestra tierra (cociente S80/S20, datos INE), expresada como la relación que guarda la renta media obtenida por el 20% de la población que más tiene (“los de arriba”) respecto de la renta media del 20% que menos tiene (“los de abajo”). En consecuencia, cuanto mayor sea el valor obtenido mayor será el indicador de desigualdad registrado, pues más acumulan los de arriba respecto de los de abajo. Pues bien, para 2022 en Andalucía resultó ser el valor de 6, cuando para el total nacional fue de 5,6. Datos negativos para Andalucía solo superados por Canarias, Ceuta y Melilla.
Es aquí donde viene al caso referir las evidencias empíricas más actuales que nos dicen que -si bien la desigualdad es hasta cierto punto inevitable en las economías modernas- éstas deben ser intencionadamente reducidas, siendo su resultado positivo no solo en términos de justicia social sino también de crecimiento económico. En palabras de nuestro autor de cabecera “el crecimiento económico sostenible es el único camino hacia el progreso social” y está constatado que la mejora de las condiciones de vida de la población está íntimamente ligadas a la generación de riqueza y de creación de empleo.
Efectivamente, uno de los factores que más contribuyen al progreso económico y social es el capital humano. Es habitual utilizar indicadores de empleo en términos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Pues bien, la tasa de desempleo en Andalucía en 2023 (17,6%) es la más alta de las comunidades autónomas y casi 6 puntos por encima del total nacional. Y, como no, con un 20,7% para las mujeres y un 14,9% para los hombres. Y el dato para nuestros jóvenes (menores de 25 años) es sencillamente estremecedor con un 40,0%, muy por encima respecto de nuestras comunidades vecinas (Extremadura con 31,4%, Castilla La Mancha con 24,8% o la Región de Murcia con 27,6%).
Los afiliados medios a la Seguridad Social en el mes de diciembre de 2023 ascendieron a 3.376.676,50 personas, lo que representó un incremento del +1,94% respecto del mismo mes del año anterior. Para el conjunto nacional ese incremento resultó ser del +2,66%. Trece CCAA experimentaron un crecimiento superior al registrado por Andalucía. Respecto del total nacional crecemos más en personas trabajadoras autónomas y menos del régimen general. Nuestra productividad del trabajo se sitúa alrededor de 15 puntos por debajo del indicador nacional.
En la creación de empresas también vamos por detrás. Comparando los datos de noviembre 2023, sobre el mismo mes del año anterior, observamos que en el total nacional crece en un +6,37% y Andalucía en un +5,56%.
De otro lado, no creo que nadie discuta que en las economías desarrolladas el sector público representa un peso significativo en el conjunto de la economía nacional, siendo relevantes las políticas de gasto público por la inyección directa que supone para los operadores privados. Pues tengo que decirles que los datos para la Junta de Andalucía (revisados por la Cámara de Cuentas) nos dicen que apenas tenemos variación entre años, no hemos mejorado. En efecto, el gasto consolidado de la Junta respecto al PIB en 2022 fue del 21,79% y en 2018 fue del 20,99%, y el de la inversión por habitante tampoco, de 236,93 euros en 2022 y de 238,64 euros en 2018.
Ahora en cuanto al gasto en I+D interna por habitante en 2022 (último año con datos definitivos) observamos que para Andalucía suponen 220,5 euros y la media nacional de 402,2 euros, la mitad. Las dos CCAA que nos preceden en el ranking crecen por encima del 25% cuando nosotros crecemos a una tasa del 9,8%, por debajo de la media nacional del 11%.
Pues dicho lo anterior, y volviendo a las enseñanzas académicas, todo indica que nos queda mucho trabajo por delante para seguir el mandato constitucional del artículo 40.1 CE, cuando emplaza a los poderes públicos a promover las condiciones más favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, orientando sus políticas hacia conseguir el máximo empleo, y del artículo 37.2 de nuestro Estatuto de Autonomía, cuando insta a superar las situaciones de desigualdad y discriminación de los andaluces, facilitando el acceso a los servicios y prestaciones correspondientes a dichas situaciones, incluso con el establecimiento de supuestos de gratuidad ante las situaciones económicamente más desfavorables. Y añado yo, a lo que más deben contribuir quienes más tienen.
Dijo Samuelson que “la redistribución de la riqueza no debe ser visto como un acto de caridad, sino como una medida de justicia” que contribuye a tener una sociedad mejor y más cohesionada, promoviendo oportunidades para que todas y todos vivamos mejor. Y el capítulo de la fiscalidad ocupa un lugar destacado. Es difícil entender como reiteradamente desde el gobierno andaluz se piden más y más recursos al gobierno de la nación, ahora para ayudar a atajar las consecuencias de esta pertinaz sequía, también de la reforma del sistema de financiación autonómica, o de más y más fondos europeos cuando no se es capaz de ejecutar aquellos de que se dispone, cuando al mismo tiempo aquí se aplican rebajas fiscales que benefician más a aquel segmento “de arriba”, de los que “más tienen”. Creo que no encontrará a nadie que se oponga a aquellas que pide, como tampoco creo que no le costará encontrar a quienes como yo nos oponemos a la contumaz ventaja tributaria y fiscal para los que más tienen.
Otro tema que habitualmente pregona el gobierno andaluz entre sus excelencias es el de la agilización administrativa para emprendedores y otros trámites para todos quienes nos relacionamos con la Administración, cuestión que -como no puede ser de otra manera- debe ser aplaudida y reconocida. Pero créame que también lo sería, y con seguridad más aún, que apliquen el mismo empeño y denodado esfuerzo en revisar los procedimientos y dotar de recursos que agilicen las interminables y eternas listas de espera en los servicios básicos a los que se refiere el artículo 84.1 de nuestro Estatuto de Autonomía. En particular, sanidad y servicios sociales.
Sepa presidente que la economía trata de las personas y sus esfuerzos diarios, por lo que el objetivo final debe consistir en remover cuantos obstáculos se encuentren para hacer una Andalucía mejor, pero para todas y todos. Dijo nuestro autor que “la economía no es solo números y gráficos, sino también historias de vida y luchas diarias”. Escúchelas y téngalas en cuenta.
No se escude en que con los gobiernos anteriores (socialistas) todo iba peor, quizás fuese así, o a lo mejor no, pero no olvide que ya lleva 5 años de gobierno en Andalucía y parece razonable que la ciudadanía ya le vaya pidiendo cuentas ahora que es usted el responsable de definir las prioridades y las políticas que permitan superar ese escenario desigual.
En definitiva, Andalucía puede que vaya bien, pero para muchos depende de cómo se mire, como dice la canción de Jarabe de Palo y Pau Donés. En todo caso, señor presidente, mire a través de los ojos de “los de abajo” y preocúpese por sus necesidades. Con la seguridad de que eso hará que usted lo haga mejor y el crecimiento económico y social de nuestra tierra se lo agradecerá.
Y usted querido/a lector/a, si he concitado su interés y ha tenido la paciencia de seguirme hasta aquí debe saber que mi regalo es doble entonces, que solo puedo compensar con mi agradecimiento sincero.
Luis Miguel Jiménez Gómez
Economista
