La Pasión de Carlos V por el Jamón Ibérico de Montánchez
En el contexto de la historia europea, el emperador Carlos V es reconocido como una de las figuras más influyentes de su tiempo. Sin embargo, un aspecto menos conocido de su vida es su aprecio por el jamón ibérico de Montánchez, un producto de origen extremeño. Durante su retiro en el monasterio de Yuste, situado en la comarca de La Vera, Carlos V adoptó una dieta predominantemente sencilla, aunque hizo excepciones notables. Los cronistas de la época documentan que uno de los placeres a los que el monarca no renunció fue este exquisito producto de la dehesa, ya valorado en aquel entonces como uno de los mejores.
Las crónicas históricas indican que el emperador recibía regularmente piezas de jamón curadas en Montánchez. Esta villa serrana, incluso en el siglo XVI, era conocida en la corte por su destacada tradición en la producción de jamón. El sabor y la textura distintivos, resultado del clima serrano y la alimentación natural de los cerdos ibéricos, conquistaron el paladar del monarca, quien continuó disfrutando de este manjar hasta el final de sus días.
El vínculo gastronómico entre el monarca y Extremadura ha perdurado a lo largo del tiempo. En Montánchez, el recuerdo del gusto de Carlos V por sus productos locales es un componente esencial de la identidad y el orgullo de la comunidad. Cinco siglos después, el jamón de Montánchez sigue siendo un emblema de excelencia, llevando el nombre de Extremadura a nivel internacional, tal como lo hizo en la época del emperador más poderoso de Europa.
El cementerio de Montánchez, considerado entre los más bellos de España, se encuentra en la ladera del castillo árabe que domina la villa. Rodeado de cipreses y lápidas encaladas, ofrece vistas impresionantes de la sierra y la dehesa extremeña. Desde su posición, bajo la majestuosa fortaleza medieval, se puede sentir la historia y la serenidad: un lugar donde el tiempo parece detenerse entre las murallas y el horizonte interminable de encinas.




