Antonio Tejero Molina: Trayectoria y Legado
Antonio Tejero Molina inició su carrera en la Guardia Civil a los diecinueve años. Tras completar su formación en la Academia General Militar de Zaragoza, fue ascendido al rango de teniente en 1955, comenzando su servicio en Manresa. Su carrera profesional lo llevó a diversos destinos, incluyendo La Cañiza (Pontevedra), Vélez-Málaga y Canarias, hasta alcanzar el rango de comandante en 1963, momento en el que fue destinado a Las Palmas de Gran Canaria.
Más adelante, fue trasladado a Badajoz, donde vivió una etapa profesional estable. Durante su estancia en la Comandancia de la capital pacense, construyó una vivienda de dos plantas con un pequeño huerto, dedicándose personalmente a la obra debido a su afición a la albañilería. A pesar de ser destinado posteriormente a Málaga, decidió conservar la propiedad, a la que regresaba periódicamente.
Cerca de la desaparecida piscina Florida, se encuentra este modesto chalet que representó más que una simple casa para su primer propietario. Fue un refugio personal y el lugar al que, incluso desde la prisión, soñaba con regresar. Al venderla, Tejero impuso una condición estricta: que el nombre de la propiedad no hiciera referencia alguna al 23-F ni a su persona.
La carrera de Tejero en la Benemérita, al igual que la de muchos guardias civiles, fue un recorrido por la geografía española. Tras su ingreso en la Academia General Militar de Zaragoza y su ascenso a teniente, su primer destino fue Manresa. Aunque solicitó servir en el África Occidental Española, su petición fue denegada. Ascendió a capitán en 1958, lo que lo llevó a La Cañiza (Pontevedra). Posteriormente, su trayectoria lo trasladó a Vélez-Málaga, Canarias y Las Palmas, en un ascenso constante que culminó con su promoción a comandante en 1963.
El destino a Badajoz marcó un punto crucial en su vida personal. Allí vivió lo que muchos describen como los momentos más tranquilos de su carrera. Crió a sus hijos y, demostrando su afición a la albañilería, construyó con sus propias manos una casa de dos plantas. Este rincón extremeño se convirtió en su verdadero hogar, al punto que, tras ser destinado a Málaga, decidió mantener la vivienda, a la que regresaba durante sus vacaciones.
El 23 de febrero de 1981, su irrupción en el Congreso de los Diputados al frente de un grupo de guardias civiles lo convirtió en el rostro visible de un fallido golpe de Estado. Fue juzgado y condenado por rebelión militar en 1983, resultando en su expulsión de la Guardia Civil y una sentencia de treinta años de prisión. Cumplió condena en varias cárceles, desde el castillo de la Palma en Mugardos hasta la prisión naval de Cartagena. Fue el último de los implicados en ser liberado, obteniendo la libertad condicional en diciembre de 1996.
Lejos de la atención pública, y a pesar de la notoriedad que le otorgaron los eventos en el hemiciclo, Tejero mantuvo un vínculo emocional con Badajoz. Personas que lo conocieron en la región recuerdan sus otras aficiones: la filatelia, los temas militares y la pintura, una habilidad que desarrolló durante su tiempo en prisión, donde también estudió idiomas y la carrera de Geografía e Historia. Incluso, desde la cárcel, organizó un efímero partido de extrema derecha, Solidaridad Española, con el lema «¡Entra con Tejero en el Parlamento!».
Tras su liberación, solía visitar Badajoz de manera discreta, refugiándose en la privacidad de la ciudad que lo acogió. Expresó en varias ocasiones su deseo de ser enterrado allí, donde se criaron sus seis hijos (uno de ellos sacerdote) y donde nació el menor. Este deseo contrasta con la imagen pública que dejó en la historia de España.
La casa, testigo silencioso de esta vida paralela, fue vendida en 2004. El comprador adquirió un inmueble modesto, hoy rehabilitado, que lleva en su esencia la paradoja de su primer propietario: un hombre que deseaba ser recordado por los días tranquilos junto al huerto que él mismo cultivó, pero cuya historia quedó para siempre ligada a cinco horas de asalto a la democracia. En un último gesto de contradicción, Tejero se aseguró de que, al menos, sobre la puerta de su refugio, no pesara esa carga.




